miércoles, 19 de octubre de 2016

DÍA TRES...



  
                          En el aula todos tenían opinión, pero ninguno quiso darla en voz alta. A lo sumo un cuchicheo con el vecino, una crítica breve, una ironía mordaz o benevolente
                Dios, para muchos, era un concepto religioso que les resultaba ajeno, fantasioso y lejano; para otros era una figura celestial, de respetuoso culto y de  decisiva influencia en sus valores y conductas. Pero tanto a unos como a  otros les resultaba difícil entender qué tenía que ver Dios con el sexo, pues ni supuestamente lo debía tener ni lo necesitaba practicar.        
                
              Sí, Dios y el sexo -insistió el profesor- ¿Tienen la misma razón de ser?

            Está como una regadera. Como se entere mi madre. ¡Blasfemia! ¡Ahí tus huevos! A éste lo excomulgan. No dura ni una semana. Tiene libertad de cátedra. Lo que tiene son cojones.

                   Tal vez las ideas de Dios y de sexo sean más afines de lo que pueda parecer -les aclaró-, pues ambos son conceptos que hacen referencia a la creación de la vida, son prometedores de gloria, celestial o próxima a lo imaginado, y constituyen razón de eternidad... ¿Y amor? ¿Quién de ustedes duda que en el sexo siempre hay un componente amoroso, aunque sea egocéntrico?

                  Esperó un instante, para dar tiempo a que las mentes reflexionaran sobre la cuestión, y continuó su discurso.

                   Bloch definía la Sexología, como la ciencia de lo sexual, es decir, de las manifestaciones y efectos de la sexualidad en las vivencias corporales y espirituales, individuales y sociales, de acuerdo con la doble naturaleza propia del impulso sexual, sus lados biológico y cultural. Tiene la función de constituirse en la ciencia integradora de aquellas otras que estudian al ser humano de una forma parcelada, constituyendo el nexo de unión, el elemento aglutinador de las partes que le forman, pretendiendo con ello entenderlo en su totalidad, comprenderlo en su individualidad y en su relación con los otros individuos y con el mundo.
                Podemos decir, que la Sexología es la única ciencia que estudia al ser humano como ser humano, esto es, como un todo.
               ¿Dudas?

                  Se miraron entre sí durante un instante después de haber salido de su asombro. Estaban desconcertados. Esto no se parecía a lo que prometía. Podía ser un muermo. Habrá que esperar. Parecía interesante. A ver por dónde nos sale. Espero que no se enrolle demasiado.
                Mientras se miraban entre ellos, desorientados por su discurso, hubo quién se recreó con la belleza de otro y esperó su mirada y sonrisa complaciente.  
              
                 La Sexología surgirá eminentemente como una ciencia biológica y, sobre todo, médica, destinada prioritariamente a combatir el sufrimiento y los problemas de carácter sexual…

                  La nueva parrafada y la frustración en su deseo, de aquél que buscaba la seducción en su cortejo a distancia, le devolvió la atención al profesor.

                  Wolf, en 1914, decía que, "nuestra vida amorosa no es sólo puramente animal, sino también un producto cultural". Pero los seguidores de Darwin consideran que no se puede diferenciar entre naturaleza y cultura, hasta el punto de que Rickert consideraba que “sólo la Biología, como ciencia de la naturaleza viviente, está llamada a resolver los problemas de concepción del mundo".
                  ¿Qué opinan? ¿Se puede comprender al ser humano y su relación con el mundo solo con la Biología?

                   ¡Sí! ¡No!..
                   Mayoritariamente, no

                   ¿Es la cultura un aspecto más del sexo?

domingo, 16 de octubre de 2016

DÍA DOS...



                                                  

                  La expectación era extraordinaria. La cosa prometía. ¿Qué chorrada les diría hoy?
                  Cuando el profesor entró, todos guardaron silencio. Una entrecortada sonrisa socarrona delataba el simpático interés por lo que había de venir, esperando que el profesor abriese la boca para soltar la primera carcajada.
                 ¿Qué tal su sexo?
                 El alborozo fue generalizado.
                ¡Mal! ¡Bien! ¡Un desastre! ¡No se dejan! ¡Nada de nada! ¡Viva la manola! ¿Eso qué es?
                 ¿Quién ha preguntado?
                  Todos guardaron silencio esperando que alguien respondiera a su requerimiento para encontrar en ello un motivo más de diversión.
                  Nadie respondió. El grupo no quiso delatar. Al profesor no le interesaba.
                  Hoy vamos a intentar esclarecer algunas dudas sobre el sexo, dijo.
                  Ya veremos de qué va esto. A ver por dónde nos sale. ¿Hablará del orgasmo? ¿Y qué me va a decir a mí del orgasmo? Eso hay que vivirlo y no explicarlo. ¿Hablará del amor? ¿Puede haber amor sin sexo? ¡Qué putada! Lo que si hay es sexo sin amor. ¡Qué triste! ¡Tú crees?
                  Sexo, sexo y más sexo… ¿Hay en la vida algo más que sexo?
                  De nuevo les sorprendió
                  ¡No! ¡Sí! ¡Depende! ¿De qué depende? Ja, ja, ja. ¡Viva el sexo!
                  Así es: ¡Viva el sexo! O mejor: ¡Vive el sexo!... No hay vida sin sexo y toda la vida es sexo… ¡Sexo y vida o vida y sexo! ¿Verdad? … ¡Verdad!...  Pero, ¿qué es el sexo? …  ¿Quién de ustedes sabría decirme qué es el sexo?
           
                 Nadie dijo nada, nadie se atrevió. Todos lo sabían pero… ¿O no?
                  Difícil respuesta.
                  Las sonrisas delataban la esperanza en el auditorio de más jarana, pero el tono del discurso académico que inició les sorprendió.
                  La Sexología nace ante la inquietud del ser humano por conocer, desde el punto de vista científico, su comportamiento sexual, para, como decía Ostwald, en 1912 “revocar la ética de lo sexual del reinado de las religiones para supeditarla solo al reinado de las ciencias".
                  El sexo es vida, sujeto, pues, a las leyes de la vida, no a las leyes de Dios… ¿O, acaso sí?... ¿Ustedes que piensan? 
                 Nadie respondió                  
               ¿La idea de Dios y del sexo coinciden o son antagónicas?
            La respuesta parecía fácil, pero todos dejaron que fuese otro quien opinara...

sábado, 15 de octubre de 2016

DÍA UNO...




         El profesor entró, esperó que se hiciera el silencio y dijo:
         ¡Sexo, sexo y más sexo, todo es sexo!
         Tras un instante de pausa para recrearse en el asombro de su público, añadió:  
       Por hoy es suficiente. Pueden marcharse a vivir su sexo. Disfruten de ello. Mañana les preguntaré.
          La audiencia quedó atónita. Se miraron unos a otros para compartir su perplejidad, y, cuando cerró la puerta tras salir del aula, las carcajadas llenaron de incredulidad el recinto.
          Está chiflado. Como una regadera. Como una puta cabra. Es simpático. Es un gilipollas. Pero tiene razón. Debemos vivir el sexo. Eso no admite demora ¿Quién se apunta? Estás salido. Estás tonto. Lo dijo el profesor. Está igual de tonto que tú, o tú igual de idiota que él. Es un sabio. Hay que seguir sus consejos. No hay sexo sin amor… al menos para mí. Yo estoy enamorado. ¿De quién? Del sexo. No digas tonterías. No pensáis en otra cosa. Os amamos…
           La algarabía en el aula se fue diluyendo conforme la gente salía del recinto. Pero en el pasillo, los pequeños grupos, seguían comentando con ironía la anécdota de la mañana.
            Esta asignatura promete. Si todo es así, será divertida. Como el sexo. ¿Así de breve? Ja, ja, ja. Esperaba otra cosa. Y yo. Es habitual que el sexo te decepcione. A mí me gusta. A mí me entusiasma. ¿La asignatura? El sexo. ¡Idiota…!
            Salieron al exterior. El día era espléndido, soleado, agradable. La terraza del bar estaba orientada a medio día y resultaba acogedora. Los precios en la cantina de la Universidad eran asequibles.
        ¿Qué va a ser? Sexo. Perdón. Soda. Para mí, una cola. ¿Su cola? Ja, ja, ja. ¡Imbécil!
              El camarero, un atractivo joven, les miró con cara de poco amigos.
              Yo lo mismo. ¿Sexo o soda? ¡Idiota…!
              No tengo todo el día...
               Ya me gustaría. Una cerveza. Igual. Dos. Tres. Cerveza. También para mí
               Ramón estaba colado por Lola. Se le reían los huesos cuando ella estallaba en una carcajada con la risa espontanea, graciosa y contagiosa que tenía. Antonio, su amigo más íntimo, le decía que a veces babeaba cuando se quedaba absorto mirándola.
                ¡Lástima que no me haga ni puto caso!
                ¡Pero si eres un capullo! ¡Éntrale…!
                 A ella le mola Roberto…
                 Ese sí que es un gilipollas. ¿No sé que encuentran las tías en él?
                 Le chorrea la arrogancia.
                 Lo que le chorrea es la gilipollez, además, creo que es marica.
                 Pues a las tías les gusta.
                 Carita mona, ropita chorra, aire de triunfador…