De hombre a mujer o de mujer a hombre... ¿Ambivalente?
La diferencia entre los sexos, es
el mismo sexo, pura anatomía. ¿Alguien lo duda?
La diferencia entre los géneros
es… ¿cultural o biológica?
Lo preguntaré de otra forma:
¿Es el macho muy macho porque es
macho, o porque así lo hace la cultura?
Como ya dijimos, la vida no tiene
otro sentido biológico más que la reproducción. Nacemos, (nos enamoramos) nos reproducimos
(criamos a la descendencia) y nos morimos. Nacer es pura biología; enamorarse
también, ¿o alguien cree que es cultural?, reproducirse, no digamos; la crianza
es cosa se supervivencia; y la muerte, para qué decir, si fuese cosa de la cultura
seríamos todos muy aplicados. La naturaleza exige para la supervivencia,
individuos adaptados a la adversidad; los inadaptados tienen pocas
posibilidades de persistir, su naturaleza, su “forma de ser”, su conducta, su
especie se extinguirá.
Parece que en cualquier especie,
el macho ha necesitado ser muy macho y la hembra muy hembra, para llegar hasta
aquí. Miles de años de evolución,
cientos de miles, tal vez millones de años, arrastrando y perfeccionando una
forma de ser necesaria para sobrevivir.
Crisis: Situación en la que lo anterior no sirve y hay que
replantarse todo, o casi todo.
Los modelos tradicionales de
género, que han funcionado hasta aquí, parece que ya no son los idóneos. Hasta
no hace mucho, en la historia evolutiva, el hombre debía cazar y luchar, y la mujer recolectar y criar;
el hombre necesitaba competir con brusquedad con otros hombres para el
apareamiento; la mujer podía compartir con otras mujeres su pareja reproductora;
el hombre necesitaba muchas parejas para asegurar que alguna llevara un hijo
suyo; la mujer tenía la seguridad de que el hijo que llevaba era suyo; el
hombre y la mujer buscaban en el otro sexo atributos que garantizaran la
reproducción. En un ambiente hostil, la mujer buscaba en el hombre musculación
(poder) y astucia (inteligencia), atributos que garantizaran la aportación de alimento y seguridad a su cueva, a su casa, a
su prole; el hombre buscaba en la mujer atributos de fertilidad que le
garantizaran hijos: culo generoso (reserva de energía para el embarazo),
amplias caderas (para un buen parto) y grandes
tetas (para amamantar). Hoy, después de tantos años, siglos, milenios de
cultura y diversidad de ésta, aquellos ancestrales atributos siguen siendo valorados
por ambos sexos en la estética universal que favorece la atracción.
Crisis: Situación en la que los papeles asignados tradicionalmente
a los individuos cambian.
El tradicional papel
social-sexual del hombre, sobre todo del hombre, su género, su forma de ser ha
entrando en crisis, sobre todo, en las sociedades desarrolladas
tecnológicamente en las que la fuerza ya no es necesaria para aportar el
sustento y la seguridad a la casa. La “inteligencia” se ha constituido en la
principal de las cualidades que requiere el individuo para “triunfar”, y ésta es una aptitud asexuada, no es patrimonio de ninguno de los
dos sexos. El “género masculino” está en un momento crítico, al sentir, de
manera incontenible, que uno de sus elementos identificadores (la fortaleza)
pierde merecimiento y el otro (la inteligencia), no sólo es compartido por el
otro género, “el femenino”, sino que éste lo añade a sus cualidades como un
elemento identificador más de su propia forma de ser. No es que antes la mujer
no fuese igual de inteligente que ahora, pero su inteligencia estaba postergada
a la “fortaleza” masculina. La mujer se ha visto obligada a utilizar lo que
algunos llaman “armas de mujer”, la seducción, para, utilizada con astucia
(inteligencia), compartir parte del poder del macho.
Según los estudios, sabemos que la tendencia de los padres, sobre todo los
varones, en la educación de los niños, de manera más o menos intencionada, es
inculcar el “afecto” en las niñas y la “competitividad” en los niños. Los
padres procuran dirigir el comportamiento de género de sus hijos hacia lo que
determinan los estereotipos clásicos: fortaleza-inteligencia, en ellos, afecto-inteligencia,
en ellas. Se quiere evitar que sus niñas se comporten como “marimachos” o sus hijos
como “afeminados”. Es como si todavía
estuviésemos condicionados por aspectos
instintivos reproductores primitivos.
La mujer, por razones biológicas, y culturales
que la refuerzan, es la principal figura de apego de los hijos. El principal
elemento educador en el afecto. Parece existir en ella una mayor
predisposición, que en el varón, a desarrollar y fortalecer los lazos afectivos
en la familia y con el resto del entorno social. El amor, como elemento
vivencial, como motor de vida, tiene mayor fuerza en la mujer que en el hombre
La mujer parece que ha iniciado
de manera ilusionante, irrefrenable e irreversible, con la adquisición de
protagonismo en el poder social, hasta ahora reservado al hombre, el camino del
género “ambivalente”. Ha enriquecido su género con aquellos aspectos del
masculino que le resultan de interés. El hombre corre el riesgo de quedar
relegado en esa tendencia de la evolución social hacia la ambivalencia del
género, si no asume con interés el desarrollo de la aptitud afectiva, alejándose de la innata
brutalidad.
Tal vez, en un futuro fantaseado,
cuando la técnica desarrolle un útero artificial, no haya más que una forma de ser, un género ambivalente, no de valores enfrentados entre lo femenino y
masculino, sino como suma de valores de ambos.