¿El género?
SÃ,
sÃ, el género.
Hubo un tiempo en el que a los niños se les decÃa
dulcemente para atemorizarlos: “¡Que viene el coco…!” De seguir la tendencia actual,
pronto oiremos a las madres decir: “¡Que viene el género…” Pues es tan
frecuente oÃr esta palabra asociada a la violencia del hombre sobre la mujer,
que en poco tiempo puede ser un término maldito, que lleve implÃcito, aunque
sea de manera subliminal, alguna connotación peyorativa. ParecerÃa como si el "género" fuese una enfermedad,
un vicio, una lacra de la que es portador el hombre y la sufriese la
mujer.
Nada más lejos de la realidad.
El género es la la forma de verse y sentirse la persona como sexuada, en
hombre, mujer o ambivalente, sà también ambivalente, y de acuerdo con ello
mostrarse como tal ante sà mismo
y ante la sociedad.
A lo largo de la vida del
individuo, pero sobre todo en las primeras etapas de su desarrollo, habrá unos
condicionantes biológicos y sociales que, interactuando, irán conformando una manera de sentirse, de ser y de comportarse. Un conjunto de agentes determinaran
que el niño vaya adquiriendo conciencia de una identidad determinada y vaya
acomodando su comportamiento a los estereotipos que la sociedad ha adjudicado a su género.
Los psicoanalistas postulaban que
los niños/as, por un efecto imitador de los padres, buscan una relación
incestuosa con la madre/padre de distinto sexo que el suyo. Al no conseguirlo por la competencia que
tienen en sus progenitores, renuncian a ello y optan por imitar a su semejante para asà conseguir
una futura pareja. Son los llamados complejos de Edipo y Electra.
Tal vez no sea ésta la razón
de la orientación de la niña/o hacia un género determinado, sino la propia toma de
conciencia de su sexo por él/ella quien lo condiciona, pero sea por éstas u
otras razones, el padre/madre del mismo sexo es el que se convierte en figura a
imitar, proporcionando el ambiente social los correspondientes refuerzos
positivos o negativos, para que la conducta del niño/a se aproxime a los estereotipos que su
madre/padre representan y ejecutan. La identificación con cada padre, será el
paso previo para la obtención de su propia identidad. El desarrollo de la
conducta asociada a ésta, será consecuencia de la interacción de
predisposiciones individuales (“el cómo deseo comportarme”), factores situacionales
(“el cómo debo comportarme”) y expectativas interpersonales (“el cómo se espera
que me comporte”), por lo que será
flexible y dependiente del contexto.
Los padres, como principales
agentes educadores, actuarán sobre sus hijos procurando inculcarles una forma
de comportamiento de género, afÃn al que la sociedad considera que le
corresponde por su sexo. De manera intencionada o sin premeditación tendrán una
actitud diferente hacia sus hijos/as, dependiendo ésta tanto de su propio sexo
como del de sus hijas/os, y esto desde el mismo momento del nacimiento. AsÃ, los padres “ven” a sus niños recién
nacidos como más “robustos” y a las niñas como más “bonitas, cosa menos marcada en las madres, cuando en
realidad estas cualidades no son objetivables en ese momento. Parece que la etapa en la que más se actúa
correctivamente sobre los hijos/hijas, para inculcarles comportamientos afines con su género, es entre los 18 meses y
los cinco años. De manera general se
busca desarrollar más la parte afectiva en las niñas y la competitiva en los
niños, a través de actitudes, juguetes y juegos. A partir de entonces, cuando
ya el niño/niña ha adquirido una determinada identidad, consolidará su papel de
género con la integración en grupos de su propio sexo donde se refuerzan los
estereotipos.
Asà pues, si pretendemos actuar
sobre esa “amenaza”, implÃcita a la actual asociación de “violencia de género”,
hay que tratar de educar en la igualdad desde siempre.
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