Creo que habría sido una
irreverencia no haber respetado el descanso del día siete, cuando el propio
Dios lo respetó, pues, aunque éste exista en la imaginación del
pensamiento o en la emoción del corazón o en la esencia de la naturaleza de las
cosas, su idea dicen que es una idea de amor, semejante a la que acompaña al imaginado
generoso del amante, a la entrega afectiva de éste, al placer infinito de
la comunión de los cuerpos en el abrazo gozoso del amor, que sigue a ese deseo de aproximación de dos seres sexuados, de la que hablábamos el día anterior.
¡Por Dios (valga la
redundancia) que trabalenguas! -protestaron en silencio- ¡Qué rollo! -dijo uno-. No lo creas... ¡Callad!
El sexo, decíamos, es un hecho de conducta, puesto que determinará un tipo de proceder
característico en cada uno de los sexos
Esta circunstancia adjudica
al sexo una nueva cualidad, ser un hecho de relación, por el cual los
individuos se comunican, llegando a hacerlo de una forma íntima, intensa y
comprometida, como ninguna otra, siendo el reflejo, a veces inconsciente, de
esa comunión profunda y primitiva en el
proyecto de una nueva vida, de ese impulso vital, que constituye la fusión de
dos células reproductoras.
¡Usted, señorita! ¿Cómo
llamaría a esa relación?
¡Estar jodiendo! –gritó
entrecortada una voz anónima masculina, despertando las risas.
No exactamente, porque
jodiendo está usted ahora y, sin embargo, no se le ve comprometido, pues se
esconde, y si esa es su actitud íntima, su impulso parecería más el de una
lagartija amedrentada, que un impulso creador de vida…
De nuevo las risas
dejaron tiempo para reposar la reflexión.
¡A ver señorita! Ahora
que su compañero ya ha explayado su simpleza.
¿De qué otra forma definiríamos a esa relación íntima y profunda entre
los sexos?
Todos quedaron
expectantes de lo que diría. Todos lo sabían, pero, después de la anterior
advertencia, todos callaban. Respetaban la elección del profesor al preguntar.
¿Amor? –dijo al fin la
chica, con cierto sofoco.
¿Amor? –preguntó él-.
¿Qué piensan los demás?
Acto reproductor, dijo
uno.
Como el parto, añadió
él.
Relación sexual, se
aventuró a decir otro.
¿Y qué relación entre dos
sexos no es sexual?
Nadie más habló. Nadie sabía que decir, o si lo sabía, no se atrevía por
si...
¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!... ¿Es el amor algo más que sexo, o es el sexo algo
más que amor? ¿Qué creen?... El sexo hemos dicho que es un hecho diferenciador, un hecho reproductor, un hecho de conducta; el amor, sin embargo, es solo
un hecho de relación, de relación con lo amado, sea esto una pareja
reproductora o no.
¿Triste decepción?
El ser humano, como consecuencia de la toma de conciencia de esta
diferencia entre los sexos, elabora a partir de ella una serie de aspectos
conductuales, que hacen más compleja la desigualdad y lo alejan, en apariencia,
de su único y originario sentido, el reproductor. Potencia unos comportamientos
específicos para cada uno de los sexos, desarrollando modelos estereotipados
que determinarán un protagonismo social diferente para cada uno de ellos. De
esta manera, el sexo pasa a ser, también, un hecho social, por el cual los individuos quedan distribuidos en
dos grupos, ya no por su naturaleza y las funciones consecuentes a ella, sino
por las cualidades, aptitudes y atribuciones que la sociedad les otorga,
condicionando esto en cada persona, la necesidad de ubicarse en uno de ellos y
adquirir el papel que la sociedad le tiene determinado y le asigna.
¿Alguien pensaba que somos iguales?
¿Debemos ser iguales?.. ¿Es
posible la igualdad?... ¿Qué marca la diferencia?... ¿Feminismo, machismo?... ¿Primacía, supeditación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario