miércoles, 30 de noviembre de 2016

DÍA NUEVE




               Ramón había decidido insinuarle a Lola el interés que tenía por ella, pero dudaba de cómo hacerlo. Si lo hacía de manera directa, corría el riesgo de que las carcajadas de ella, ante su declaración amorosa, se oyeran en todo el recinto de la Universidad, además, siempre estaba con alguna amiga y no era plan de que se rieran juntas de su disparatada ilusión.

                 ¿Qué nos contará hoy el profesor chiflado? les dijo aproximándose a ellas.
                  Igual continúa con sus explicaciones y pide que nos enseñes tu afamada anatomía.
                  La risa de Lola y las demás chicas por el ingenio de una de ellas hundió a Ramón en la profundidad del subconsciente.
                  Muy graciosa.
                  Tú sí que estuviste gracioso con tu respuesta.
                   El comentario de Lola le rescató cuando se veía cayendo en el precipicio del menosprecio.
                   Me lo puso a “güevo”, valga la redundancia.
                   De nuevo la risa de Lola le envolvió en un halo de satisfacción.
                   Entremos en clase, dijo una.

                   Agradeció la convocatoria, pues se sintió turbado por lo que pensó que había sido una buena entrada en su primer día de acercamiento a Lola, y era preferible interrumpir la conversación antes de que se le acabara la racha de ingenio y se quedara como un lelo sin saber que decir.

                   Recuerden: no tenemos un sexo… somos un sexo, les dijo el profesor.
                   Nos vemos con una anatomía determinada, y decimos: "éste es mi sexo". Es la muestra externa de una función reproductora determinada, en la que fundamentamos el sexo. Pero, ¿el conocimiento, el pensamiento, los sentimientos, la conciencia tienen sexo? Si son indisolubles del cuerpo, si son cuerpo, y a éste le adjudicamos un sexo, éste mismo será el que también a ellos convertirá en sexuados. Si soy un cuerpo con sexo, seré un cuerpo sexuado, y todo yo, como vida y existencia, seré sexuado. Así pues, todo nuestro ser será sexuado en lo masculino o femenino.
                    Lo que, en un principio es una diferencia anatómica, al servicio de una determinada biología reproductora, le otorga al individuo una cualidad peculiar, que condicionará su íntima comunicación sexual con otro ser, traspasando sus propios intereses e implicando al resto de la sociedad, determinando una compleja interrelación del individuo con el mundo que le rodea, y haciéndole vivir su sexo como un hecho emocional único. 
                 
                  Cuando él calló se hizo el silencio. Para algunos, aquella ráfaga de filosofía requería un tiempo de digestión para quien hubiese tenido las suficientes tragaderas para tragarlo; para otros, pareció un rollo, tan útil como el del papel higiénico (que solo se aprecia cuando se necesita)

                   El sexo –dijo, interrumpiendo la baldía meditación de su audiencia-, como experiencia particular, será, sobre todo, un hecho vivencial, mediante el cual el individuo se reconoce, se ubica en la sociedad y se comunica con ella; una dimensión de expresión y desarrollo humano a través de un cuerpo sexuado. Será un hecho individual, que le permitirá alcanzar su identidad como persona.
                    ¿Quién de ustedes no se identifica con un sexo? ¿Quién cree que no tiene un cuerpo y una mente sexuada? ¿Quién no se ubica en uno de los dos lados de este mundo sexuado?
                    Feminidad. Masculinidad.
                    En definitiva, si entendemos que el sexo es biología, psicología, conducta, identifica al individuo y lo ubica en su relación con el mundo, condiciona toda su existencia y “garantiza” su supervivencia, podemos concluir que el sexo es “todo” en la vida, que la vida no es más que la expresión del sexo, que éste es pues, el mismo hecho de ser, de existir.
                     Así se comprende por qué los clásicos vieron en el sexo la naturaleza de un dios…

             Ramón afirmaba, discretamente con el gesto de su cabeza, las palabras del profesor. Veía a Lola con tanta y peculiar admiración, que le causaba cierto temor acercarse a ella; era su anhelo amarla y ser amado por ella, y su condena que le rechazara; dependía de ella que su vida se iluminara o cayera en las tinieblas; era como si, para él, fuese una diosa, una diosa a quien adorar, entregarle su vida y gozar con sus  gracias, con las gracias de su amor. 

                     ¿Creen ustedes, que el sexo es sucio y peligroso, ocultable, como a veces se considera, o al contrario, es digno de ser cultivado para el enriquecimiento de la persona?

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