martes, 17 de enero de 2017

DÍA DIECISÉIS… LA ERÓTICA, UNA CUESTIÓN PERSONAL



   
                    Entró en la clase y espero que se hiciera el silencio. No fue difícil. Todos estaban expectantes de lo que diría ese día. Simuló un instante de duda y preguntó.
                   ¿Alguno de ustedes tiene prácticas zoofílicas, o conocen a alguien que las tenga? 
                      ¡Por dios, que aberración! ¡Qué asco! ¡Esto es el colmo! ¿Habrá gente que le guste eso? Hay gente para todo ¡No me jodas!
                     De nuevo creó la expectación que buscaba.
                      Sí, ya saben, prácticas sexuales con animales… y no me refiero a animales racionales
                     Carmen sintió un escalofrío. Sin pretenderlo se cobijó en la silla, como si percibiera el peso de la mirada del aula fijada en ella. Recordó con vergüenza cuando dejó que su querido perrito, jugara con ella. Solo fue en un instante, pero…                 
                       Aunque… ¿no seremos todos, o casi todos, un poco zoofílicos? ¿Quién de ustedes no siente agrado acariciando a un animal? ¿Y cuántos lo sienten dejándose acariciar por ellos? El mismo Zeus, padre de los dioses, sedujo a la bella Leda transformándose en un hermoso cisne.

                              


                        Carmen sintió cierto alivio. Su perrito era como uno más de la familia. En él volcaba parte de sus emociones más íntimas, las que no contaba a nadie; era receptor de alegrías y tristezas, de abrazos y caricias. El animal se sentía tan cercano a ella que lamía la mano de Carmen cuando quería que le prestara atención, o la cara cuando lo aproximaba para abrazarlo.
                     No es lo mismo acariciar el lomo que la entrepierna, murmuró uno, en tono suficientemente alto para que le oyeran sus compañeros, despertando las risas de algunos y el asentimiento de muchos.
                    Carmen se sintió violentada, pero calló. Bañaba, peinaba y cuidaba de su perrito con mimo y detenimiento. Era como un juguete, pero con vida, incluso… Muchas veces se había preguntado si los perritos tendrían alma. Después de todo se alegraban y sufrían como un ser humano. Decían que eran tan inteligentes como un niño de dos años, y éstos ya deben tener alma. ¡Qué aburrido el cielo si no hay más que personas, ni animales ni plantas que compensen lo que a veces no se obtiene de aquellas!

                       Como decíamos ayer, si todo nuestro comportamiento es sexuado, nuestra relación afectiva con los animales también lo será. ¿Qué es lo que despierta el rechazo social de lo que habitualmente se entiende por zoofilia? Uno de ustedes ha murmurado, con reparo, que no es lo mismo el lomo que la entrepierna. Tiene razón. Y puestos a elegir, no digo en quien, ¿qué prefieren que les acaricien, y acariciar, el lomo o la entrepierna?
                     Las risas confirmaron una segura repuesta mayoritaria: la entrepierna
                     A veces, Carmen, no pensaba en él como un perro, sino como Mimoso, su amigo íntimo y fiel, su confidente, su apoyo. Era su responsabilidad cuidarle, pero también era su satisfacción hacerlo. Lo bañaba, lo peinaba, lo acicalaba. Era un ser querido y se sentía correspondida por él. Cuando el animal, en su efusivo afecto, le lamió la cara por primera vez, se sorprendió. Su lengua era cálida y húmeda, agradable. No sintió repulsión.
                    El placer genital. El maldito, sucio, pecaminoso, rechazable placer genital. ¿Son los genitales sucios, aun cuando están lavados? ¿Es su caricia también sucia, desagradable? ¿Qué opinan?
                      Nadie contestó, pero muchos pensaron que esa era la zona más sucia de un cuerpo, y, sin embargo, tal vez  la más deseada en su caricia.
                     Una más de las contradicciones de todo lo que se relaciona con el sexo: valoramos lo que despreciamos. Sentimos vergüenza de los genitales y, a la vez, son motivo de admiración.  Escondemos los genitales por desagrado en mostrarlos, pero también por considerarlos valiosos, dignos de ofrecerlos solo a personas especiales y en momentos especiales. Son como el pequeño, o gran tesoro, de nuestra anatomía, un tesoro del que nos avergonzamos.
                      Aun suponiendo esa suciedad, los genitales se ocultan más por ser elementos de placer sexual que por ser órganos de evacuación. Se comparten los servicios públicos de manera cotidiana, sin vergüenza, pero se esconden los prostíbulos, con vergüenza. Las autoridades instalan retretes públicos, pero prohíben los lupanares. Las máquinas expendedoras del dañino tabaco están expuestas públicamente, las expendedoras de preservativos arrinconadas en los retretes.
                      También en la zoofilia es el placer sexual lo condenable, no el afecto, el mimo, la caricia al animal, sino la búsqueda del placer sexual. ¿Es el deseo por el placer sexual un deseo  rechazable? ¿Qué opinan?
                        No, dijeron muchos… Depende, afirmó una voz anónima.
                        ¿De qué depende?

                          

1 comentario:

  1. Que textos más interesantes y entretenidos, y con las imágenes han ganado mucho. Sigue así

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